Todos los coches eléctricos lo tienen: en el salpicadero o en la aplicación cargada en el smartphone. Técnicamente, debería llamarse «herramienta para el recuento predictivo de kilómetros restantes», pero el nombre que se ha ganado es sin duda más intrigante… sobre todo por el toque de ironía que lo impregna.
Señoras y señores, ¡aquí está el adivinador o guess-o-meter (para los angloparlantes)!
¿Cuándo nació el adivinador?
Fue la combinación de motor de combustión interna e instrumentación digital lo que dio origen al antepasado del adivinador. Se trataba de un software que, mediante la estimación de diferentes parámetros -cada vez más sofisticados a medida que mejoraba la tecnología-, podía traducir la cantidad de combustible que quedaba en el depósito en una cifra: los kilómetros que aún podías recorrer antes de tener que parar en una gasolinera.
En la mezcla que utiliza el ordenador de a bordo para calcular la cifra final no solo entran los factores contingentes -subidas y bajadas, tráfico, estado de los componentes del coche, tipo de neumáticos montados…- sino también el historial de consumo de las últimas sesiones de conducción.
El adivinador del vehículo eléctrico
Si el adivinador térmico tenía sus defectos (por ejemplo, ¿cómo puedes estimar el kilometraje restante cuando el mismo flotador que debería darte el nivel de combustible es inexacto?), el que se implanta en los coches eléctricos aún está lejos de ser un instrumento cien por cien perfecto.
Esto se debe a la sobreestimación de la autonomía del coche que hacen regularmente los fabricantes.
¿Es esto realmente un problema? Solo en parte: veamos por qué.
Como en una buena relación
El secreto, al fin y al cabo, siempre está en escuchar. Aprender a conocer la estimación de tu coche eléctrico es la clave contra la temida ansiedad de «no sé cuánta autonomía me queda».
Demos un paso atrás en el tiempo. Cuando la gente conducía coches con motor de combustión interna, era raro asustarse por la autonomía restante (sin contar con que nos habíamos sacado el carné de conducir hacía poco tiempo). Quizá fuera porque, tal vez a nivel subconsciente, conocíamos los tiempos y ritmos de nuestros coches; porque habíamos acumulado mucho kilometraje; o porque repostar gasolina se había convertido en un gesto adquirido, ancestral.
Ahora, con el coche eléctrico, nos vemos obligados a aprender nuevos procedimientos y nuevos patrones mentales, mientras que las tolerancias que permitimos a la batería de nuestro coche también son nuevas. Y esa extraña paradoja por la que, con la tecnología digital que parece asegurarnos en todo momento que todo está bajo nuestro control, cada vez confiamos menos en los números que se encienden en una pantalla.
Adivinanza. Cuando aparcaste en el garaje anoche, el adivinador dio una autonomía de 175 kilómetros. Esta mañana, cuando arrancaste el motor, solo daba 169. ¿Por qué?
Tenemos que escuchar a nuestro coche antes de confiar en el adivinador. Necesitamos «sentirlo», adivinarlo, anticiparlo. Como en una relación que funciona.
Y merece la pena hacerlo sin adentrarse demasiado en el mundo de la tecnología, sino permaneciendo en el ámbito de la empatía.
Porque la carga de la batería no es una simple medida, sino una compleja estimación estadística; porque la temperatura tiene un enorme impacto en los cálculos de la batería; porque la eficiencia del coche (el otro parámetro utilizado para calcular la autonomía restante) se obtiene con fórmulas matemáticas aparentemente menos creíbles que la respuesta de una bola de cristal; y porque las condiciones de conducción hacen que cientos de parámetros varíen de forma más o menos imperceptible… simultáneamente.
Luego léelo, ese número iluminado. Después escucha tu coche, tu conducción, tu estado de ánimo. Y solo entonces podrás interpretarlo.
Y en caso de duda, descárgate la aplicación Be Charge. Nunca estarás demasiado lejos de una estación de recarga.
¿Y la respuesta a la adivinanza?
El adivinador no se ha vuelto loco. Simplemente has aparcado en un lugar más frío, lo que ha afectado al estado de carga de la batería; mientras que en la sesión de conducción anterior -era viernes por la tarde, volvías a casa del trabajo, ya tenías ganas de que llegara el fin de semana- ibas con la radio del coche a todo volumen, todo el camino. ¿Está claro?